Hasta antes de Covid-19, muchos especialistas en capital humano recomendaban a las empresas adoptar home office, con el objetivo de que los empleados, al menos ciertos días de la semana, no tuvieran que movilizarse hacia sus oficinas y, de esta manera, ahorrarles tiempo y dinero, al mismo tiempo que les evitaban fatiga y estrés en su desplazamiento.

Sin embargo, una de las lecciones que deja la pandemia es que incluso el hecho de trabajar desde casa puede, en ciertas circunstancias, ser aún más estresante que ir a la oficina, sobre todo considerando que la mayoría de los empleados y los líderes de las organizaciones no estaban preparados para adaptar de manera tan abrupta este tipo de esquemas laborales ni trabajar a distancia.

  • Cuerpo y mente. Diseñar programas que acompañen el bienestar físico y emocional de la fuerza de trabajo. Esto requiere ofrecer espacios físicos y tiempo en las empresas, considerando que puede cambiar la dinámica de trabajo de la organización.
  • Cultura financiera. Sugerir alternativas financieras que den tranquilidad a los empleados, sobre todo pensando en el futuro o en momentos de posibles crisis, acompañadas de mecanismos de ahorro e inversión, así como programas de educación para crear conciencia sobre el manejo de los recursos personales.
  • Condiciones laborales. Impulsar políticas de flexibilidad de la jornada de trabajo diario para un mayor descanso y esparcimiento de los empleados, con el objetivo de que puedan atender otro tipo de necesidades más allá de las laborales.
  • Ambiente laboral. Trabajar en la generación de un ambiente sano, donde se promuevan valores de la organización y se sancione, por ejemplo, el acoso y las acciones que vayan en contra de la ética

Aunque el estrés se debe erradicar en las empresa, tengamos en cuenta que nos mantiene alerta y nos mueve hacia un objetivo es el que individuos, organizaciones y gobiernos deben trabajar para gestionarlo a nuestro favor.